12 Dic ADVIENTO. Preparación para la Navidad
El adviento es el tiempo en que tanto las monjas jerónimas como los fieles se preparan para celebrar el gran misterio de nuestra salvación. Es un periodo de preparación y expectación que la Iglesia nos regala para disponernos a la Navidad.
Una natividad de Jesús, con José y María, corona la preciosa portada de la Iglesia del Monasterio de Santa Paula en Sevilla.
Esta preparación la realizan todos los fieles con toda la autenticidad y profundidad posibles. Ahondemos con sencillez y entusiasmo en el significado del adviento.
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Significado del Adviento
En realidad, el adviento prepara a los creyentes para la conmemoración de la primera venida de Jesucristo. El Hijo de Dios nació en carne en la cueva de Belén. Al mismo tiempo, posee un sentido escatológico; es decir, el adviento invita al creyente a prepararse ante la segunda venida gloriosa del Señor en el último día.
Entre la primera y la segunda venida, san Bernardo hablaba de la venida intermedia:
«Conocemos tres venidas del Señor. Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia. (…)La venida intermedia es oculta, solo la ven los elegidos, en sí mismos, y gracias a ella reciben la salvación. En la primera el Señor vino revestido de la debilidad de la carne, en esta venida intermedia viene espiritualmente, manifestando la fuerza de su gracia; en la última vendrá en el esplendor de su gloria» (Sermón 5 en el Adviento del Señor, 1-3).
Cuando el creyente integra la preparación de estas tres venidas en su conducta y en su oración, entonces ha logrado comprender el profundo significado del adviento.
Nótese que las lecturas de los dos primeros domingos de adviento suelen hablar de la segunda venida del Señor, la parusía final; mientras que las de los dos domingos últimos remiten a la primera venida.
¿Cuánto dura el Adviento?
Así respondemos a otra de las preguntas usuales: ¿cuánto dura el adviento? El lapso de tiempo que transcurre entre el cuarto domingo previo al 25 de diciembre y el día de Navidad.
Además, los siete últimos días antes de la Navidad, del 17 al 24 de diciembre, se celebran las ferias mayores de Adviento. En cada una de ellas se canta un «¡Oh!» en el aleluya de la Eucaristía y en la antífona del Magníficat de las Vísperas. Estas exclamaciones recuerdan la expectación de María ante el próximo nacimiento de su Hijo. La liturgia de las horas de este tiempo posee un himno en el que aparecen estas siete exclamaciones:
¡Cielos, lloved vuestra justicia!
¡Cielos, lloved vuestra justicia!
¡Ábrete, tierra!
¡Haz germinar al Salvador!
Oh Señor, Pastor de la casa de Israel,
que conduces a tu pueblo,
ven a rescatarnos por el poder de tu brazo.
Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!
Oh Sabiduría, salida de la boca del Padre,
anunciada por profetas,
ven a enseñarnos el camino de la salvación.
Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!
Hijo de David,
estandarte de los pueblos y los reyes,
a quien clama el mundo entero,
ven a libertarnos, Señor, no tardes ya.
Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!
Llave de David y Cetro de la casa de Israel,
tú que reinas sobre el mundo,
ven a libertar a los que en tinieblas te esperan.
Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!
Oh Sol naciente,
esplendor de la luz eterna
y sol de justicia,
ven a iluminar a los que yacen en sombras de muerte.
Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!
Rey de las naciones y Piedra angular de la Iglesia,
tú que unes a los pueblos,
ven a libertar a los hombres que has creado.
Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!
Oh Emmanuel,
nuestro rey, salvador de las naciones,
esperanza de los pueblos,
ven a libertarnos, Señor, no tardes ya. Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!
Símbolos del Adviento
Varios símbolos ayudan a preparar el adviento. Desde el siglo XIX, se ha ido difundiendo la práctica de componer una corona entrelazada con ramas de abeto y candelas. Poco a poco se fue reduciendo el número de velas a cuatro, para significar los cuatro domingos de preparación.
Este símbolo de adviento, además, fue adquiriendo otros matices con la incorporación de los colores. Existen diversas prácticas. Un uso común es colorear tres de morado y una de blanco, la que se enciende el tercer domingo de Gaudete, cuando la Iglesia hace un alto en las penitencias de adviento para alegrarse por la próxima venida del Señor.
Otra posibilidad es dar un color a cada candela: el primer domingo se enciende una vela morada, porque el adviento nos urge a prepararnos y estar vigilantes. El segundo domingo se enciende una vela de color verde, para significar la esperanza del que llega. La tercera vela, en el domingo de Gaudete, podrá ser rosa o roja, para ilustrar la alegría por la próxima venida del Señor. Y el último domingo, en el cual normalmente se lee un evangelio sobre la Virgen María, se enciende una vela blanca, que nos invita a disponernos a acoger a Jesucristo, luz del mundo que vence a las tinieblas.
Otros símbolos del adviento son el árbol, la composición de un calendario de adviento, la preparación del belén, la celebración de las jornaditas en las Iglesias de Latinoamérica, la decoración de las casas, etc.
Un elemento ulterior que también ayuda a significar el adviento es la comida. Nuestro monasterio de Santa Paula suele preparar en estas fechas los alfajores mozárabes.
Dulces de convento
Oraciones de Adviento
En la liturgia de las horas se encuentran las siguientes oraciones para el tiempo de Adviento:
Preparemos los caminos ya se acerca el Salvador
Preparemos los caminos
ya se acerca el Salvador
y salgamos, peregrinos,
al encuentro del Señor.
Ven, Señor, a libertarnos,
ven tu pueblo a redimir;
purifica nuestras vidas
y no tardes en venir.
El rocío de los cielos
sobre el mundo va a caer,
el Mesías prometido,
hecho niño, va a nacer.
Te esperamos anhelantes
y sabemos que vendrás;
deseamos ver tu rostro
y que vengas a reinar.
Consolaos y alegraos,
desterrados de Sion,
que ya viene, ya está cerca,
él es nuestra salvación.
Jesucristo, Palabra del Padre
Jesucristo, Palabra del Padre,
luz eterna de todo creyente:
ven y escucha la súplica ardiente,
ven, Señor, porque ya se hace tarde.
Cuando el mundo dormía en tinieblas,
en tu amor tú quisiste ayudarlo
y trajiste, viniendo a la tierra,
esa vida que puede salvarlo.
Ya madura la historia en promesas,
solo anhela tu pronto regreso;
si el silencio madura la espera,
el amor no soporta el silencio.
Con María, la Iglesia te aguarda
con anhelos de esposa y de Madre,
y reúne a sus hijos en vela,
para juntos poder esperarte.
Cuando vengas, Señor, en tu gloria,
que podamos salir a tu encuentro
y a tu lado vivamos por siempre,
dando gracias al Padre en el reino. Amén.
¡Marana tha! ¡Ven, Señor, Jesús!
Yo soy la Raíz y el Hijo de David,
la Estrella radiante de la mañana.
El Espíritu y la Esposa dicen: «¡Ven, Señor!»
Quien lo oiga, diga: «¡Ven, Señor!»
Quien tenga sed, que venga; quien lo desee,
que tome el don del agua de la vida.
Sí, yo vengo pronto.
¡Amén! ¡Ven, Señor, Jesús!
Este es el tiempo en que llegas
Este es el tiempo en que llegas,
esposo, tan de repente
que invitas a los que velan
y olvidas a los que duermen.
Salen cantando al encuentro
doncellas con ramos verdes
y lámparas que guardaron
copioso y claro el aceite.
Cómo golpean las necias
las puertas de tu banquete
y cómo lloran a oscuras
los ojos que no han de verte.
Mira que estamos alerta,
esposo, por si vinieres
y está el corazón velando
mientras los ojos duermen.
Danos un puesto a tu mesa,
Amor, que a la noche vienes,
antes que la noche acabe
y que la puerta se cierre. Amén.
Álvaro Pereira Delgado
Capellán del Monasterio de Santa Paula
Canónigo de la Catedral de Sevilla