Dos meses habían transcurrido de su profesión cuando el 18 de julio de 1936 estalla la guerra civil española y las monjas de la Concepción Jerónima se vieron obligadas a abandonar el monasterio el día siguiente. Poco después el convento fue convertido en cuartel de la brigada Lister. Le tocó pasar de una a otra casa hasta terminar en la Embajada de Argentina. Por fin con el Embajador de Argentina viajó en coche a Alicante y el 6 de enero de 1937 se embarcó hacia Marsella y de allí pasó a Biarritz para reunirse con su madre y hermanas.
Pero poco tiempo pasa con su familia ya que el Padre Torres y unos amigos planifican un viaje a Sevilla e invitan a Cristina a que los acompañe. Estando allí visitan el monasterio de Santa Paula y las monjas la acogieron con gran amor y el Padre Torres la anima para que entre en este monasterio.
Poco duró la tranquilidad de Santa Paula ya que en febrero de 1938 enferma, y tiene que salir con urgencia para someterse a una intervención quirúrgica en San Sebastián.
La operación fue bien pero la recuperación, que la pasa en casa de sus padres, fue lenta. Todo ese año dice que fue feliz en medio de los sufrimientos, dedicada al silencio, a la oración y a la clausura en casa.
En enero de 1939, estando sor Cristina todavía convaleciente en casa de sus padres en Lazcano, la visita monseñor Gaetano Cicogniani, entonces Administrador Apostólico cerca del gobierno de Franco, y después Nuncio Apostólico en España. Venía a hablarle de la misión especial que el Papa Pío XII le había encomendado acerca de las monjas de clausura. Quería enterarse de la situación en que estaba nuestra Orden. Sor Cristina recibió esta visita como una consigna de lo Alto.
El retorno a Sevilla y la transfiliación a la comunidad de Santa Paula fue expresa voluntad de la jerarquía. El señor Nuncio en persona fue a darle la noticia. Entra en la clausura en la fiesta de la Epifanía del Señor de 1942. Y la profesión solemne tan retrasada por los años de guerra y de enfermedad, la hace el 9 de mayo de 1943. Con la profesión solemne, sor Cristina adquirió todos los derechos y obligaciones de la Orden Jerónima y las monjas en la primera oportunidad que tuvieron la eligieron Priora de Santa Paula el 20 de abril de 1944, cargo que ocupó hasta su muerte. Ya Priora de Santa Paula, emprendió la tarea de elevar la vida espiritual, la formación y las observancias monásticas de las monjas, sin olvidar la restauración de las dependencias monacales y la organización del trabajo.
En el resurgir de Santa Paula de Sevilla, la madre Cristina no se olvidó de los otros monasterios de la Orden. El señor Nuncio la había mandado a Sevilla precisamente con la misión de levantar la vida de los monasterios de la Orden jerónima y crear entre ellos una federación para una mutua ayuda, y ella desde el primer momento quiso ser fiel a este encargo. Federación que empezó a existir antes de ser constituida como tal, lo que tuvo lugar en septiembre de 1958. El 25 de septiembre en el Primer Capítulo General de la Federación es elegida Priora General, siendo elegida en sucesivas elecciones hasta su muerte.
Una de las obligaciones que la madre Cristina tenía como Priora General de la Federación era visitar los monasterios dos veces durante cada sexenio. Las actas de las visitas revelan el espíritu de entrega, humildad, fe, caridad y estrecha unión con Cristo que tenía la madre Cristina. Esto quedó reflejado también en los escritos que la Madre dejó en cada monasterio, y en la memoria que guardan las monjas de su convivencia con cada comunidad.
Actividad intelectual
La madre Cristina consideraba que el trabajo intelectual, a ejemplo de san Jerónimo y la tradición de la Orden jerónima, también formaba parte de la vida y del trabajo monástico jerónimo. Por ello siguió con la pluma en la mano como un medio monacal para santificarse y ofrecer al mismo tiempo a los demás el fruto de ese trabajo. Prueba de ello son los libros que escribió, los discursos que pronunció, artículos en revistas (como por ejemplo en “Vida Sobrenatural”), participación en semanas monásticas, etc.
Fue nombrada miembro correspondiente de la Academia de la Historia de Madrid en 1944 y de Buenas Letras en Sevilla en 1967, y numeraria en la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla en 1973. También fue nombrada hija adoptiva de Granada y tuvo otras menciones y premios.