28 Dic PASEO POR EL BARRIO DE SANTA CRUZ DE SEVILLA
Una de las zonas más atractivas sin duda y más visitadas por los turistas es el barrio de Santa Cruz en Sevilla. Recibe ese nombre de la parroquia a la que corresponde, que fue primitivamente Ayuda de la del Sagrario de la Catedral.
Ocupa parte de la antigua judería de la ciudad, que se extendía también por la collación de San Bartolomé, y que llegó a ser de la reconquista de la ciudad en 1248 hasta 1391 la segunda más importante de Castilla después de la de Toledo, y desapareció con la expulsión de los practicantes de la religión mosaica de las diócesis de Sevilla, Córdoba y Cádiz en 1483.
El barrio de Santa Cruz, en el extremo sudeste del casco antiguo de la ciudad, está delimitado por la Avenida de Menéndez Pelayo, la Calle de San Fernando, el Alcázar, la Plaza del Triunfo, la Plaza de la Virgen de los Reyes, la Calle de Mateos Gago, la Calle Fabiola y la Calle de Santa María la Blanca. Los accesos principales son por los Jardines de Murillo, Santa María la Blanca, Mateos Gago o la Plaza del Triunfo.
En él se dan la belleza de sus enclaves, sus calles tortuosas y laberínticas (no le faltaba razón a Vélez de Guevara, en su novela picaresca El diablo cojuelo, exclama: “Las calles de Sevilla, en la mayor parte, son hijas del laberinto de Creta”), el tipismo de sus blancas casas, monumentos importantes, recuerdos históricos, legendarios y culturales… La suma de todos estos elementos justifica su fama y el ser un objetivo turístico de primer orden.
Contenidos
Itinerario por el barrio de Santa Cruz
Comenzaremos desde la Plaza de Don Juan de Austria, tomando el Paseo de Catalina de Ribera, en su ángulo con la Calle San Fernando, hasta el final. Entonces giramos a la izquierda a la Plaza de Refinadores. De ésta llegamos por la angosta Calle Mariscal a la Calle de las Cruces, y continuamos por la calle homónima. Al fin de ésta torcemos a la izquierda por la Calle Ximénez de Enciso. A la derecha nos adentramos por el callejón de Carlos Alonso Chaparro, y por una puerta a la izquierda ingresamos en la recóndita plazuela de la Escuela de Cristo. Desandamos nuestros pasos para tirar a la izquierda por la Calle de Santa Teresa hasta la Plaza de Santa Cruz.
De la Plaza de Santa Cruz pasamos a la Plaza de Alfaro, desde la que tomamos la calle Lope de Rueda, para girar a la izquierda por la calle Reinoso hasta la Plaza de los Venerables. De allí, por la calle Gloria llegamos a la plaza de Doña Elvira, y tiramos por la Calle Susona hasta salir al Callejón del Agua, que tomamos a la izquierda. Al final, de frente, cruzando la Calle Vida, tomamos por el arco de la Calle Judería, que desemboca en el Patio de Banderas.
De él salimos a la Plaza del Triunfo. Tomamos a la derecha por la Calle Joaquín Romero Murube hasta la Plaza de la Alianza. Desde allí tomamos Rodrigo Caro hasta el final y cogemos Mateos Gago a la derecha. Al final tiramos a la derecha por la Calle Fabiola hasta Santa María la Blanca donde se acaba la ruta.
Plaza de Don Juan de Austria
Comenzamos nuestro itinerario en el barrio de Santa Cruz por la Plaza de Juan de Austria, en cuyo centro se alza la Fuente de las Cuatro Estaciones, obra de Manuel Delgado Brackenbury, que se levantó en 1929 en las obras de embellecimiento de la ciudad preparatorias de la Exposición Iberoamericana celebrada dicho año.
Este lugar recibe el nombre de la Pasarela por la peatonal de hierro que allí se alzaba, con cuatro escaleras de acceso y un quiosco central, inspirada en la obra de Eiffel, obra del ingeniero Dionisio Pérez Tobía y fundida en los talleres de Pérez Hermanos. Inaugurada en 1896, fue demolida en 1921 por un ensanche de la zona.
Jardines de Murillo
Continuamos por los Jardines de Murillo, que se crearon a comienzos del siglo XX, y que es B.I.C. desde 2002. La zona, que estaba ocupada por huertas del Alcázar, empezó a conformarse a partir de 1862 con la cesión de parte de la Huerta del Retiro del Alcázar, para comunicar la Puerta de la Carne con la de San Fernando. Se denominó popularmente Paseo de los Lutos, por ser un lugar retirado.
Fue dedicado a Catalina de Ribera en 1895, noble mujer del Renacimiento hispalense, gran benefactora de la ciudad por la fundación del Hospital de las Cinco Llagas. Fue reformado por el arquitecto Juan de Talavera cuando diseñó los Jardines de Murillo.
La fuente-monumento dedicada a ella en el centro del paseo, adosada a la muralla del Alcázar, es neomanierista, y también diseñada por el citado arquitecto. Es concebida como una portada tripartita de arcos de medio punto, pilastras con grutescos y almohadillado, remates apiramidados, frontones curvos y friso de triglifos y metopas.
En la parte superior, en el centro, se inserta un mural de azulejos de Manuel de la Cuesta y Ramos de la fábrica de Manuel García Montalván con el busto de la homenajeada, flanqueado por sendos frescos de figuras alegóricas de José Ruiz de la Vega alusivos a la obra de la ilustre dama.
En ella se incorpora un bajorrelieve y la taza de una antigua fuente del XVI: dos seres mitológicos sostienen un jarrón de frutas, que primero estuvo en la Plaza del Pumarejo y después en la casa de los Niños Toribios.
En 1911, cedió el Rey Alfonso XIII al ayuntamiento para uso público, a ruegos del Conde de Halcón, el resto de la Huerta del Retiro, 8.854 m2, para comunicar el sureste del barrio de Santa Cruz con la Ronda histórica, ya despojada de su recinto amurallado, por medio de una zona verde, pasando a formar un todo con el citado Paseo.
A propuesta de José Laguillo, director del periódico El Liberal, en 1918, pasaron a denominarse de Murillo estos jardines, por estar cercanos a su última morada y a su lugar de sepultura. Fue diseñado el trazado de los jardines por el ya citado Juan de Talavera, cuya obra acabó en 1921. Sigue la estética iniciada por Forestier y seguida por Aníbal González en el Parque de María Luisa.
Está estructurado por cinco glorietas entre dos paseos, y entre las especies vegetales más significativas podemos encontrar magnolios, ficus gigantes, plátanos híbridos, cipreses y naranjos amargos.
En el paseo central se encuentra el Monumento de Colón, diseñado por el mismo Talavera en 1921 y con esculturas y modelos de Lorenzo Collaut Valera para la Exposición Iberoamericana de 1929. Las columnas son del marmolista Gascó. Ya desde 1916 el citado José Laguillo ya había señalado cese lugar para un monumento conmemorativo de la gesta castellana de Ultramar.
Destaca la Glorieta dedicada al pintor José García Ramos, cuya iniciativa partió de un grupo de sus discípulos en 1916, entre los que se encontraban Juan Talavera Heredia, que trazó sus planos y la integró en el conjunto de los jardines, Miguel Ángel del Pino Sardá, Santiago Martínez, Alfonso Grosso, Manuel Vigil-Escalera y Diego López entre otros, los cuales se encargaron de sufragar los gastos que ocasionara. Está delimitada por portada de entrada y muretes con paños de azulejos pintados por artistas de la época recreando obras famosas del artista.
Plaza de Refinadores
La plaza recibe su nombre de los refinadores de cuero que estaban en esta zona establecidos, a las afueras de la ciudad. Está presidida por una estatua de Don Juan Tenorio, realizada en 1975 por Nicomedes Díaz Piquero, por la relación de este personaje literario con el barrio de Santa Cruz.
La familia de los Tenorio procedía de Galicia y llegó a Sevilla en la época de la Reconquista. Un tal don Pedro Ruiz Tenorio era sobrino de Fernando III y luchó bajo su bandera en la conquista de Sevilla (1248). Conocedor de estos datos, Tirso de Molina pone en boca de Don Juan en su Burlador de Sevilla:
“Yo soy noble caballero
cabeza de la familia
de los Tenorios, antiguos
ganadores de Sevilla”.
La tradición asoció estas recónditas callejas del Barrio de Santa Cruz con las aventuras del Burlador de la famosa obra de teatro de este autor, como lo plasmó después Zorrilla en su Don Juan Tenorio.
Destaca, en la urbanística de la plaza, la casa construida para Luis Prieto entre 1915 y 1919 por el arquitecto Aníbal González. Es espectacular su balcón esquinero bajo un hueco achaflanado sujeto por dos columnas, el elemento más característico de esta vivienda de estilo regionalista.
Calle Mariscal
Esta calle es la más estrecha de Sevilla, con 1’01 m. de angostura máxima. Fue dedicada en 1875 al guadalupano Diego Caballero (+Sevilla 1560), explorador, mercader y funcionario al servicio de la Corona castellana como contador y Mariscal de La Española, además de Caballero Veinticuatro de Sevilla.
Calle de las Cruces
Desde la Calle Mariscal desembocamos en la Calle Cruces, con una angostura mínima de 1’19 m, que en este extremo forma una especie de plazuela trapezoidal, llamada en otro tiempo Plazoleta de los Cuatro Vientos, en cuyo centro encontramos un calvario, compuesto por tres cruces de hierro forjado sobre tres columnas, rodeado de una baranda de hierro e iluminado por faroles.
En el otro extremo de la calle, antes de desembocar en Ximénez de Enciso, encontramos encastradas en la pared dos cruces pintadas de verde, por lo que la calle también ha sido llamada de las Cruces Verdes, cuya colocación se remonta al siglo XV.
El origen de la colocación de símbolos religiosos en las esquinas y rincones de las calles era en muchas ocasiones para evitar que la gente echara basura o que hicieran en esos lugares sus necesidades.
Fueron retiradas en la revolución cantonal de 1868 y depositadas en el Hospital de los Venerables. En 1955, al restaurar la fachada donde estaban colocadas, aparecieron los huecos, y entregadas las cruces por el capellán real Bandarán, fueron recolocadas en el mismo sitio.
Calle Ximénez de Enciso
Recibe este nombre en memoria del dramaturgo y poeta sevillano del Siglo de Oro Don Diego Ximénez de Enciso (1585-1624), desde 1613 Veinticuatro de Sevilla y teniente mayor y tesorero de la Casa de Contratación.
Calle Carlos Alonso Chaparro
Este callejón está dedicado al fundador a principios de siglo del Colegio San Diego en la calle Mármoles y posteriormente trasladado aquí.
Plaza de la Escuela de Cristo
En esta recoleta plazuela abre su portada el Oratorio de la Escuela de Cristo de la Natividad de Sevilla. En 1791 esta Escuela, la segunda de la ciudad, en la sacristía de la desaparecida capilla de los portugueses del compás de la Casa Grande de San Francisco. En 1794 se trasladó al claustro del Convento del Espíritu Santo, de los menores. Residió en este mientras se construía su oratorio en unas casas anejas compradas en 1796. El oratorio fue realizado por el arquitecto Fernando de Rosales, y constituye el recinto más puro del neoclásico sevillano.
Preside el altar mayor el Cristo de la Providencia, crucificado de Juan de Astorga de madera policromada, encargado en 1818, bendecido en 1820. A sus pies una imagen de Dolorosa genuflexa, de cabeza de barro, manos de pasta y cuerpo de telas encoladas, atribuida a Cristóbal Ramos, de finales del XVIII.
En la sacristía hay un misterio de Belén de barro y telas encoladas de pequeño formato y un crucificado también pequeño, atribuidos a Cristóbal Ramos. En el lado del evangelio hay un crucificado de madera de principios del XVI de tamaño académico atribuido a Pedro Millán. En el atrio, un misterio de Belén con los Reyes Magos en madera tallada, estofada y policromada de pequeño formato de la escuela de Roldán, en torno a 1700.
En 2014 el organista sevillano Jesús Sampedro depositó en el oratorio un órgano de su propiedad, realizado por el organero francés Aristide Cavaillé-Coll entre 1894 y 1898, y reformado en 1905 por el también organero francés Charles Mutin.
Calle de Santa Teresa
En esta tortuosa calle, en un ensanche, tenemos a la derecha la Casa de Murillo, señalada con el número 8, en la que murió el famoso pintor. La primera restauración del inmueble tuvo lugar en 1928. La casa fue adquirida en 1972 por la Dirección de Bellas Artes, inaugurada en 1982.
A la izquierda está el Convento de San José del Carmen, vulgo de las Teresas. La comunidad de monjas carmelitas descalzas fue fundada por la propia Santa Teresa, venciendo grandes dificultades, en la Calle Zaragoza en 1576, tras haber pasado un tiempo en una casa de la calle Alfonso XII. Fue importante benefactor su hermano, indiano enriquecido, Lorenzo de Cepeda.
La relación con la ciudad fue tempestuosa, hartos ya de fundaciones religiosas tanto el Concejo como el Arzobispado, a los que venció, sin embargo con su tenacidad. De la ciudad se dice que refunfuñaba que en ella el demonio no andaba suelto, y que aquí con no pecar y abanicarse era bastante.
Diez años después, la comunidad fue trasladada aquí en 1586 por San Juan de la Cruz, a unas casas que habían pertenecido al banquero Pedro Morga, y que salieron a subasta por haberse éste arruinado. Con los años se fue ampliando el conjunto edilicio mediante la compra de varias casas aledañas, lo que explica la planta irregular del convento.
Estas casas formaban un palacio renacentista organizado en torno a un patio de columnas en doble altura, con dependencias enriquecidas por techumbres mudéjares con decoración pictórica de candelieri, importantes paños de azulejería, motivos decorativos de celosías de raigambre gótica o frisos con relieves renacentistas, de extraordinaria calidad. Es un conjunto BIC desde el 2010.
La iglesia es de planta de cajón, lo habitual en las clausuras femeninas, diseñada por Vermondo Resta, en la época en que ejercía como maestro mayor del Alcázar. Se tardó mucho en su construcción debido a las penurias económicas de la orden (1616). El coro, como es común en las descalceces y reformas, se abre al lado de la epístola del presbiterio.
Entre las obras de arte más destacadas que atesora está un San José itinerante con el Niño Jesús de la mano, que preside el primer cuerpo del retablo mayor, obra de 1620, atribuida con bastante fundamento a Juan de Mesa, a quien pertenece la Inmaculada Concepción Carmelitana, de 1.610, albergada en el retablo del lado del evangelio del presbiterio.
En la sacristía se encuentra una vitrina con recuerdos y reliquias de la santa. Lo más importante es, sin duda alguna, el manuscrito de Las Moradas; a su alrededor podemos ver un tambor y una pequeña campanilla usados por Teresa, una capa y un trozo de hábito, varias cartas, un Niño Jesús que le regaló su sobrina y, colocado a la izquierda, el famoso cuadro (único realizado en vida de la santa) que le pintó fray Juan de la Miseria y que tan poco le gustó, al lamentarse: “Ay, fray Juan, que me habéis sacado fea y legañosa”.
Plaza de Santa Cruz
El espacio de esta plaza estaba ocupado primitivamente por una mezquita, que, tras la Reconquista, en 1248, fue cedida a los judíos para sinagoga, ratificado en el Repartimiento de Alfonso X en 1252. A partir de 1391, tras la reducción drástica de la comunidad judía por un brote xenófobo propiciado tras una epidemia, pasó a ser iglesia con el título de Santa Cruz, Ayuda de Parroquia de la del Sagrario de la Catedral, cuyo título dio nombre a la plaza y al barrio. Fue derribada durante la ocupación francesa.
En 1682 fue sepultado en ella el célebre pintor Murillo, de la que era feligrés, lo que recuerda una lápida colocada en 1858. Transmite la tradición que era un gran admirador del cuadro del Descendimiento de Pedro de Campaña, que estaba en esta parroquia. Cuentan que en una ocasión el sacristán iba a cerrar y fue a avisar para que se marchara al célebre pintor, ensimismado ante el óleo; advertido, respondió que esperara hasta que terminaran de descender el cuerpo de Cristo.
La urbanización actual de la plaza, de planta rectangular, la hizo Talavera en 1918, arquitecto al que pertenecen tres de los edificios que la cierran. En el centro se ubicó en 1921 la Cruz de la Sierpes o de Cerrajería, obra realizada por el almonteño Sebastián Conde en 1692 por suscripción popular. Obra maestra de la forja barroca, había sido retirada por motivos urbanísticos de su emplazamiento original en 1840.
Plaza de Alfaro
Sevilla es escenario operístico por excelencia. Se asocia esta plaza a las andanzas de Fígaro, y aquí se ubica, aunque en casa anacrónica, el balcón de Rosina, escenario de sus conversaciones amorosas con el Conde de Almaviva, según la ópera de Rossini El barbero de Sevilla (1816):
“Primer acto, Escena primera: El momento de la acción es al terminar la noche. La escena representa una plaza en la ciudad de Sevilla. A la izquierda está la casa de Bártolo, con balcón practicable, protegido con celosía… Los músicos afinan los instrumentos y el Conde canta acompañado de ellos.
Ecco ridente in cielo
spunta la bella aurora,
E tu non sorgi ancora
E puoi dormir così?
Sorgi, mia bella speme,
vieni, bell’idol mio!
Lo stral che mi ferì.
Rendi men crudo, oh Dio!
Risueña ya en el cielo
nace la bella aurora.
Y no te veo ahora.
¿Y puedes dormir así?
¡Sal, esperanza mía,
ven, ídolo de amor!
Haz menos cruel, ¡oh Dios!,
el dardo que me hirió”.
Lope de Rueda
En esta calle, con una angostura máxima de 1’02 m, encontramos al principio de ella la fachada principal de la dicha casa del Marqués de Pickman. Tiene una bellísima portada renacentista plateresca de piedra traída de Úbeda.
Calle Reinoso
Esta estrecha callejuela, de 1’06 m. de anchura en su parte más estrecha, por la extrema cercanía de sus balcones ha recibido el apodo popular de “Calle de los Besos”. Está dedicada desde 1840 al poeta neoclásico Félix José Reinoso (1772-1841), vecino de esta zona.
Plaza de los Venerables
La Hermandad del Silencio había dedicado una casa para amparar a sacerdotes ancianos, impedidos o pobres en 1627. En 1673 decidió fundar un hospital con este fin. Dos años después, en 1675, recibió el patrocinio del canónigo Justino de Neve, gran benefactor y promotor de la cultura, amigo personal de Murillo. El primer arquitecto fue Juan Domínguez, hasta que Leonardo de Figueroa la continuó en 1687 hasta acabarlo, con su bellísima iglesia, en 1697. Es un conjunto barroco de primer orden, hoy sede desde 1991 de la Fundación Focus.
En esta plaza aparece la Hostería del Laurel, que se asocia a la hostería de Buttarelli del Don Juan Tenorio de Zorrilla, donde comienza el popular drama:
“Don Diego.- ¿La hostería del Laurel?
Buttarelli.- En ella estáis, caballero.
Don Diego.- ¿Está en casa el hostelero?
Buttarelli.- Estáis hablando con él.
Don Diego.- ¿Sois vos Buttarelli?
Buttarelli.- Yo.
Don Diego.- ¿Es verdad que hoy tiene aquí
Tenorio una cita?
[…]
(Poco tiene que ver la actual hostería con aquella, salvo el nombre, pues como dice Buttarelli, en la suya:
Ni caen aquí buenos peces,
que son casas mal miradas
por gentes acomodadas
y atropelladas a veces”.
Aquí se sitúa la famosa apuesta entre don Juan Tenorio y don Luis Mejía (escena XII del primer acto):
“Don Luis.- ¡Oh! Y vuestra lista es cabal.
Don Juan.- Desde una princesa real
a la hija de un pescador,
ha recorrido mi amor
toda la escala social.
¿Tenéis algo que tachar?
Don Luis.- Solo una os falta en justicia.
Don Juan.- ¿Me la podéis señalar?
Don Luis.- Sí, por cierto: una novicia
que esté para profesar.
Don Juan.- ¡Bah! Pues yo os complaceré
doblemente, porque os digo
que a la novicia uniré
la dama de algún amigo
que para casarse esté.
Don Luis.- ¡Pardiez, que sois atrevido!
Don Juan.- Yo os lo apuesto si queréis. […]”.
Calle Gloria
En parte perteneció al Corral de Doña Elvira y se configuró al construirse el Hospital de los Venerables en 1676, recibiendo este nombre. En esta estrecha calle, en el nº 3, nació y vivió Alejandro Collantes de Terán y Delorme (Sevilla 1901-1933), poeta, periodista y erudito español, de formación modernista y novecentista, participó en la Generación del 27.
Calle Pimienta
Según la leyenda en esta calle vivía un comerciante judío de especias. Al pasar un caballero cristiano, lo oyó blasfemar por su mala situación económica y lo reprendió; el dicho comerciante, arrepentido, empezó a llorar y sus lágrimas fecundaron la tierra, de la que brotaron plantas de pimienta.
Antes de salir a la Plaza de Doña Elvira, a la izquierda se abre esta calle que viene a desembocar en el Callejón del Agua. En ella moró la famosa actriz María Guerrero y vivió el reputado sacerdote capellán real sevillano José Sebastián Bandarán (1885-1972). Aquí se sitúa la vivienda de Currito de la Cruz, protagonista de la novela homónima de Alejandro Pérez Lugín de 1929, llevada al cine, su versión más famosa la de 1949.
Plaza de Doña Elvira
Tras el asalto a la judería de 1391, muchos solares e inmuebles que quedaron sin dueño fueron donados por el Rey Enrique III a favoritos suyos. Los terrenos donde hoy se ubica esta plaza fueron concedidos al Canciller Don Pedro López de Ayala, cronista del Rey Pedro I, y fueron heredados por su hija Doña Elvira, que le da nombre al sitio.
En los Siglos de Oro se levantó aquí un famoso Corral de Comedias denominado de Doña Elvira, en el que empezó sus andanzas Lope de Rueda y se representaron obras de Cervantes, Lope de Vega y otros dramaturgos de la época.
En 1826 el Asistente Arjona forma la plaza demoliendo una manzana. Dedicada primero a éste, luego fue denominada de Doña Elvira en 1845. En 1888 fue reurbanizada y se le colocó una fuente para servicio público, aunque adquiere su aspecto definitivo, rectangular, por diseño del arquitecto Juan Talavera en 1924, en la campaña de embellecimiento del barrio de Santa Cruz promovida por el Marqués de la Vega Inclán.
En una casa de ella ubicó Zorrilla en su Don Juan Tenorio la casa solariega del Comendador de Calatrava Don Gonzalo de Ulloa, donde habitaba con su hija Doña Inés.
En una casa construida en 1918, se ubica también aquí el Museo del Pintor Amalio, que recoge el legado pictórico y literario del artista granadino Amalio García del Moral y Garrido, que la adquirió en 1973 para su estudio. En 1995 la dejó en su testamento para una fundación, que abrió al público en el 2013. Se ganó el título de “Pintor de la Giralda”; aquí podemos contemplar “365 Gestos” de la famosa torre campanario.
Calle Susona
La calle Susona, antes llamada de la Muerte, recibe el nombre de un personaje que cabalga entre la historia y la leyenda. Es el apodo por el que era conocida la bella Susana Ben Susón. A partir de la persecución de los judíos de 1391, que terminó en una gran matanza a manos del populacho, la situación para éstos se hizo muy incómoda en la ciudad, lo que hizo que muchos hicieran falsas conversiones al cristianismo, pero éstos se vieron amenazados con el nacimiento de la Inquisición en 1478.
Sobre 1480 un grupo de judíos decidieron conspirar para desestabilizar el Estado y uno de sus cabecillas fue el padre de Susona, Diego Susón, en cuya casa se reunían para tramar su plan, que incluían liberar presos y causar desórdenes y levantamientos en las principales ciudades.
Pero ella se había enamorado de un joven caballero cristiano y se dice veían cuando todos estaban acostados. Sin embargo, una noche, mientras esperaba la cita con su amado, escuchó los planes de su padre y sus cómplices.
Asustada por que le pudiera pasar algo a su amado, le advirtió de este complot esa misma noche. Éste se presentó sin demora al Asistente Mayor de la ciudad, Diego de Merlo, para informarle de lo que le había contado Susona.
Diego de Merlo se presentó con tropas a una de las reuniones y arrestó a todos los judíos del grupo, que fueron condenados a muerte: Diego Susón, Pedro Fernández de Venedera, Juan Fernández de Albolasya, Manuel Saulí, Bartolomé Torralba, los hermanos Aldalfe de Triana y unas veinte personas distinguidas de Sevilla, Utrera y Carmona, entre mercaderes y escribanos. Todo esto desembocó en la expulsión general de judíos andaluces que no se bautizasen en 1483.
Ante el desenlace del asunto, Susona fue invadida por un gran remordimiento de haber traicionado a su padre. Se confesó con el arcipreste Reginaldo Romero, que la bautizó, y se retiró varios años a un convento a purgar su culpa. A su muerte dispuso en su testamento que su cabeza fuera colgada de la puerta de su casa, en esta calle, para recordar su traición. Su calavera permaneció ahí, al menos, hasta el año 1600, y en la actualidad es efigiada en un azulejo en el número 10.
Callejón del Agua
Tiene una angostura máxima de 1’40 m. Es un adarve, es decir, una calle pegada a la muralla, en este caso del Alcázar. Recibe su nombre porque servía de acueducto: dos tubos conducían agua de los Caños de Carmona a los jardines del Alcázar.
Calle Vida
Al salir del Callejón del Agua a la calle Vida, de frente nos encontramos una de las puertas de la antigua judería hispalense, por la que en la persecución de 1391, en el marco de una revuelta antijudía extendida por todo el reino, consiguieron escaparse algunas familias que profesaban la fe mosaica, lo que justifica el nombre de la calle. La noche de la gran matanza, cerraron todas las puertas de la judería y pusieron a su recaudo un centinela para que no escapasen las víctimas, pero uno de los guardas olvidó cerrar ésta.
Calle Judería
Desde la Calle Vida, por un arco de medio punto cerrado por reja, que era uno de los accesos a la judería, se accede a una tortuosa y peculiar calle llamada Judería. Tras un primer tramo se bifurca en dos brazos. A la izquierda, uno sin salida, da acceso por un postigo a los jardines del Alcázar.
El otro, siguiendo la muralla del citado Alcázar, conduce a un ensanche que tiene una fuente adosada en un ángulo. Esta fuente neobarroca fue diseñada por el arquitecto Juan Talavera en reformas y embellecimiento del barrio de Santa Cruz en los años 1920. Rodeada por una sencilla verja de hierro, está compuesta por dos tazas superpuestas a distintas alturas y de distintas anchuras por el que va cayendo el agua en forma de cascada.
Leamos lo que dice Cernuda de esta calle en su libro Ocnos y vayamos con los ojos bien abiertos:
“Se entraba a la calle por un arco. Era estrecha, tanto que quien iba por en medio de ella, al extender a los lados sus brazos, podía tocar ambos muros. Luego, tras una cancela, iba sesgada a perderse en el dédalo de otras callejas y plazoletas que componían aquel barrio antiguo. Al fondo de la calle solo había una puertecilla siempre cerrada, y parecía como si la única salida fuera por encima de las casas, hacia el cielo de un ardiente azul.
En un recodo de la calle estaba el balcón, al que se podía trepar, sin esfuerzo casi, desde el suelo; y al lado suyo, sobre las tapias del jardín, brotaba cubriéndolo todo con sus ramas el inmenso magnolio…”
Tras cruzar por un acceso en recodo por debajo de una de las torres de la muralla, desemboca en el Patio de Banderas.
Patio Banderas
El patio de Banderas, con 1441 m2, es la zona de salida del Alcázar. Un bello espacio arquitectónico, zona del origen de los primeros alcázares árabes. Su nombre es debido a un haz de banderas que sobre la puerta de entrada desde la Plaza del Triunfo hubo en otros tiempos pintado al fresco, que acabó desapareciendo y en su lugar hoy vemos un azulejo con el escudo real. En su subsuelo están los restos de una basílica paleocristiana del siglo IV.
En él vivió varios años la famosa escritora Fernán Caballero, Cecilia Böhl de Faber, hija del cónsul alemán en Cádiz. En 1859, los duques de Montpensier y la Reina Isabel II, al encontrarse viuda y arruinada, le proporcionaron una vivienda aquí, que se vio obligada a abandonar en la Revolución de 1868.
A él abre el apeadero del Alcázar. Fue creado por Felipe III y diseñado por Vermondo Resta con portada de estilo manierista, al que le fue añadido posteriormente el escudo de Felipe V de azulejos. Es un espacio dividido en tres naves, de las que la central es de anchura doble que las laterales, con techo adintelado de madera sustentado sobre treinta y dos columnas pareadas de mármol. Sobre este espacio se construyó, además, un gran salón-armería que fue considerado una de las piezas principales del palacio.
Desde aquí contemplamos una de las estampas más hermosas de la Giralda, y recordamos los versos de Juan Ramón Jiménez en su Diario de un poeta recién casado:
“Giralda, ¡qué bonita
me pareces, Giralda –igual que ella,
alegre, fina y rubia
mirada por mis ojos negros –como ella-,
apasionadamente!
¡Inefable Giralda,
gracia e intelijencia, tallo libre
-¡oh palmera de luz!,
¡parece que se mece, al viento, el cielo!-
Del cielo inmenso, el cielo
que sobre ti –sobre ella- tiene,
fronda inefable, el paraíso!”
Al salir del recinto, en un lateral de la puerta de la muralla podemos ver un retablo vitrina barroco de orden salomónico del siglo XVII dedicado a la Inmaculada Concepción. Según una tradición popular errónea, ante él oró Colón. Flanquean a la Virgen sus padres, San Joaquín y Santa Ana, además de San Pedro, San Fernando y en el ático San José con el Niño en brazos.
Plaza del Triunfo
Es una bellísima plaza entre el Alcázar, el Archivo de Indias y la Catedral. Recibe su nombre del monumento barroco de acción de gracias que se levantó en 1757 con baldaquino que alberga la Virgen del Patrocinio, por no haber ninguna víctima en el famoso y terrible terremoto del uno de enero de 1755, en el lugar donde se acabó la misa solemne de la catedral que se estaba celebrando en el altar mayor.
El Archivo de Indias fue construido como Casa Lonja, entre 1584 y 1598, por Juan de Minjares, sobre planos de Juan de Herrera, y su destino actual fue determinado por el Rey Carlos III en 1788.
En el centro se ubicó el monumento de la Inmaculada Concepción, promovido por el Cardenal Spínola, que se finalizó en 1918, diseñado por el arquitecto Espiau y con esculturas de Collaut Valera, bajo dirección del capellán real Bandarán.
Lo preside una imagen de la Inmaculada inspirada en la que para los Venerables pintó Murillo. En el basamento se encuentran cuatro personajes destacados en la famosa disputa concepcionista capitaneada por Sevilla en el siglo XVII: Murillo y Montañés, que en pintura y escultura respectivamente fijaron la iconografía concepcionista, Juan de Pineda, jesuita, por los teólogos, y Miguel Cid por sus famosas coplas Todo el mundo en general.
Aquí, a la vista de la Giralda, se encuentra una lápida del Cuarto Centenario de la 1ª parte del Quijote, adosada a los muros del Convento de la Encarnación, que recuerda un famoso pasaje del Quijote. Dice así:
MIGUEL DE CERVANTES
“UNA VEZ ME MANDÓ QUE FUESE A DESAFIAR A AQUELLA FAMOSA GIGANTA DE SEVILLA LLAMADA LA GIRALDA, QUE ES TAN VALIENTE Y FUERTE COMO HECHA DE BRONCE, Y SIN MUDARSE DE UN LUGAR ES LA MÁS MOVIBLE Y VOLTARIA MUJER DEL MUNDO”.
(DON QUIJOTE DE LA MANCHA, II, CAP. XIV)
HOMENAJE DEL EXCMO. AYUNTAMIENTO DE SEVILLA A MIGUEL DE CERVANTES
CON MOTIVO DEL IV CENTENARIO DE LA PUBLICACIÓN DE SU INMORTAL NOVELA
SEVILLA, 5 DE DICIEMBRE DE 2005.
Hemos de aclarar que cuando se cita a la “Giganta hecha de bronce”, se refiere por extensión al también llamado Giraldillo, que es la veleta que corona la torre, y que está “hecha de bronce”, a diferencia del propio cuerpo de la torre construida de ladrillo y argamasa en su mayor parte.
Como puede ver el lector, estamos empleando tanto el masculino como el femenino para mencionar a la veleta: “Giraldillo”, como apéndice de la Giralda, y cuando nos referimos a la Giganta -femenino- lo hacemos por ser el nombre coloquial que han dado los sevillanos desde tiempo inmemorial a esta alegoría de la Fe (Triunfo de la Fe Victoriosa, más exactamente), a quien representa con un tamaño de cuatro metros y mil quinientos kilos de peso. No podía tener mejor coronación la “Turris fortíssima”, que sigue ahí desafiando los tiempos.
Podemos confirmar la referencia de Cervantes a la veleta si leemos la continuación del texto de la lápida que hemos reproducido, extraída de la novela cervantina: “Llegué, víla y vencíla, e hícela estar queda y a raya, porque en más de una semana no soplaron vientos nortes”. El fino humor del inmortal manco de Lepanto queda de manifiesto una vez más…
Plaza de la Alianza
Partamos de la esquina nordeste, en la Plaza de la Alianza. Desde allí se vislumbra el lienzo y las torres que circundan la primitiva Alcazaba, el Dar al-Imara o Palacio del Gobernador (obra de ben Sinan el siríaco a principios del s. X -época de Abd al-Rahmán III).
Calle Joaquín Romero Murube
Esta calle se inauguró en el año 1961, aunque el proyecto era de 1942. Para abrirla se derribaron las casas que había entre la Casa de la Provincia y las murallas del Alcázar, la nº 4 de la plaza del Triunfo, las nº 1 y 2 de la plaza de la Alianza y las nº 18 y 20 de la calle Rodrigo Caro, dejando vistos para la ciudad los lienzos de estas murallas, junto con sus torreones. En un principio recibió el nombre de Alcazaba, hasta que se le dedicó a la memoria del poeta y conservador del Alcázar Joaquín Romero Murube, a su muerte en 1969.
Plaza de la Alianza
En el siglo XV era conocida como Plaza del Consuelo y en el siglo XVI pasó a llamarse Plaza del Pozo Seco, en referencia al que hubo en este lugar. Su denominación actual es de 1868, por una fábrica de tejidos que estaba ubicada aquí. Según el drama Don Juan Tenorio de Zorrilla, en esta plaza se ubica la residencia de Doña Ana de Pantoja, prometida de Don Luis Mejía, el rival de Don Juan, a la que éste sedujo con engaño.
En el centro de la plaza encontramos una fuente del siglo XVIII que el entonces director-conservador de los Reales Alcázares, D. Joaquín Romero Murube, hizo trasladar en 1965 desde los Jardines de las Delicias.
En la parte más cercana a la Calle Joaquín Romero Murube, hay un gran retablo, obra del arquitecto Rafael Manzano, que enmarca un paño cerámico en tonos azules con la imagen del Cristo de las Misericordias, encargado a Fernando Orce 1974 por la Junta de Gobierno de la Hermandad de la Santa Cruz y colocado en 1975.
Calle Rodrigo Caro
Esta calle de tres tramos y trazado en zigzag, está dedicada al humanista historiador y poeta, en español y latín, utrerano Rodrigo Caro (1573-1647), sacerdote beneficiado de Santa María de Utrera, famoso sobre todo por su Canción a las ruinas de Itálica (1595-1614).
Mateos Gago
Esta calle recibía el nombre de Borceguinería, por los zapateros que vivían por allí, aparte de otros oficios como tintoreros, bodegas, tabernas y posadas. Justo por el medio de la calle, en el tramo de Mesón del Moro a Fabiola está sepultado un tramo de la muralla de la judería, que venía de la Alcazaba por la Calle Rodrigo Caro. Continuaba por Federico Rubio, doblaba hacia San Nicolás y proseguía por la Calle Conde de Ibarra, Plaza de las Mercedarias, Vidrio, Armenta y Tintes, donde cerraba con la muralla de la ciudad. La calle sufrió un ensanche en 1923.
En 1893 se rotuló con su actual nombre para honrar la memoria de este sacerdote catedrático sevillano de la Universidad de Sevilla, fundador de la Academia Sevillana de Estudios Arqueológicos y canónigo de la catedral hispalense, Francisco Mateos Gago Fernández (1827-1890).
En 1890 nació en el nº 21 el abogado e historiador local Santiago Montoto de Sedas (+1973), hijo del poeta y cronista de la ciudad Luis Montoto.
Las casas señaladas con los números 24 y 26 fueron diseñadas por el arquitecto regionalista Aníbal González. La segunda se conoce como la “Casa de las Conchas” sevillana, por tener cubierta la fachada con unos elementos decorativos que se asemejan a conchas marinas.
Aquí se encuentra la actual sede de la Parroquia de Santa Cruz. Su primitivo título era del Espíritu Santo, casa fundada por los clérigos regulares menores, fundados por San Francisco Caracciolo, que obtuvieron licencia para fundar en Sevilla en 1604 y llegaron a la ciudad en 1624.
Se trasladaron a este lugar a mediados de siglo tras adquirir el solar del que había sido un antiguo corral de comedias llamado de Don Juan. A partir de 1655 se empieza la iglesia, cuya planta es típicamente contrarreformista, dependiente de la del Gesù de Roma. No se consagró hasta 1728.
En 1840 se trasladó aquí la parroquia de Santa Cruz que se había quedado sin sede tras el derribo de su iglesia en la francesada, al estar esta libre tras la exclaustración de 1835.
En el altar mayor, un templete neoclásico de Blas Molner de 1792 cobija la imagen de la Virgen de la Paz, obra de finales del XVI de Jerónimo Hernández. Conserva en un machón de la cúpula una bellísima imagen de San Miguel Arcángel, obra del siglo XVIII atribuida a Hita del Castillo. En los retablos del crucero reciben culto las imágenes de la cofradía del Martes Santo, fundada en 1904: Santísimo Cristo de las Misericordias, obra de la escuela de Roldán del último tercio del XVII, y Virgen de los Dolores, ejecutada por Antonio Eslava Rubio en 1967.
En la nave del evangelio encontramos una imagen de Santa Ana enseñando a leer a la Virgen Niña, obra de Pedro Roldán de 1670 y San Francisco Caracciolo, obra de Pedro Duque Cornejo del segundo cuarto del XVIII. En la nave de la epístola tenemos a San Eloy, patrono de los plateros, atribuido a Juan de Mesa, del primer cuarto del siglo XVIII, y la Virgen del Mayor Dolor de la primera mitad del XVIII.
Fabiola
En el nº 5 de la calle encontramos la Casa Fabiola, una casa palacio del siglo XVI, aunque ha sido muy reformada; su disposición actual se remonta a finales del siglo XIX, cuando era propiedad de los marqueses de Ríos: un gran patio central, una galería a modo de claustro y una escalera principal revestida en mármol blanco italiano. Tiene una superficie construida de 1915 metros cuadrados, de la que más de 1600 son útiles, distribuida en tres plantas.
En esta casa nació en 1802 Nicholas Wiseman, ya que sus padres eran unos comerciantes irlandeses católicos que se habían establecido en la ciudad de Sevilla, y que llegó a ser Cardenal Arzobispo de Westminster, el primero tras la restauración de la jerarquía católica en Inglaterra y Gales en 1850. Escribió la novela Fabiola sobre la vida de los cristianos en Roma en época de las catacumbas, publicada en 1854, que dio nombre a la casa y a la calle donde se encuentra.
Actualmente es un espacio museístico con la denominación de Casa Fabiola-Donación Mariano Bellver que expone la colección de más de quinientas obras de arte que el coleccionista Mariano Bellver donó al Ayuntamiento de Sevilla y en la que destaca la pintura costumbrista sevillana, inaugurado en el año 2018.
Ramón de la Campa Carmona
Academia Andaluza de la Historia