29 Nov LA DEVOCIÓN A LA MEDALLA MILAGROSA
Ramón de la Campa Carmona
Academia Andaluza de la Historia
En el año 1830, en la Casa Madre de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, en París, Francia, hoy famoso santuario mariano de la Rue du Bac, la Santísima Virgen se apareció en tres ocasiones a una humilde y piadosa novicia borgoñona, Sor Catalina Labouré (1806-1876), que hoy vemos en los altares. Ella había decidido seguir los pasos de una hermana suya, que ingresó en las Hijas de la Caridad cuando nuestra santa tenía catorce años, para lo que tuvo que doblegar la voluntad de su padre.
Importante fue la revelación de la medalla milagrosa el veintisiete de noviembre: de las manos de la Santísima Virgen se extienden resplandecientes haces de luz hacia la tierra y aparece un cuadro ovalado alrededor de la Santísima Virgen y en semicírculo, comenzando a la altura de la mano derecha, pasando sobre la cabeza de la Santísima Virgen y terminando a la altura de la mano izquierda, se leía: “OH MARÍA SIN PECADO CONCEBIDA, RUEGA POR NOSOTROS, QUE RECURRIMOS A TI”.
Cuando al cuadro se le da la vuelta, se muestra la letra M, coronada con una cruz apoyada sobre una barra y debajo de la letra M, los Sagrados Corazones de Jesús y de María, que Catalina distinguió porque uno estaba coronado de espinas y el otro traspasado por una espada, y alrededor del monograma había doce estrellas. Catalina oyó una voz que le dijo: “Haz acuñar una medalla según este modelo, las personas que la lleven en el cuello recibirán grandes gracias: las gracias serán abundantes para las personas que la llevaren con confianza”.
En el curso del mes de diciembre del mismo año, Catalina recibió nuevamente la orden dada por la Santísima Virgen de hacer acuñar una medalla, según el modelo que se le había mostrado, y que se le reveló nuevamente en esta aparición.
Después de vencer Catalina todos los obstáculos y contradicciones que le había anunciado la Santísima Virgen, en el año 1832, las autoridades eclesiásticas aprobaron la acuñación de la medalla.
La medalla es un Sacramental extraordinario para la protección de los fieles de las fuerzas del Maligno. En ella se muestra María como Inmaculada, lo cual sirvió de antesala a la proclamación dogmática de esta verdad de fe en 1854 por el Papa Pío IX, como en que en Lourdes María se definiera como Inmaculada Concepción fue una ratificación de ésta.
La Iglesia aprobó definitivamente esta devoción con el decreto de institución de la fiesta de la Medalla Milagrosa, fijándola el 27 de noviembre, sancionada por el Papa León XIII Pecci. Esta devoción la han promocionado fundamentalmente los Padres Paúles y las Hijas de la Caridad, sobre todo en su atención en los hospitales.