La vida en el Monasterio

Venir al Monasterio para ser feliz

La felicidad sólo la puedo encontrar viviendo el plan que Dios ha hecho para mi y este plan es la identificación con Cristo; identificación con Cristo que supone tomar la cruz, seguirle y participar en la Resurrección.

 

El ámbito vital del monje o monja jerónima es la vida común, la vida comunitaria. No nos hemos reunido por casualidad con nuestros hermanos o hermanas para vivir juntos, sino que nos ha congregado, nos ha llamado a vivir juntos el amor de Cristo. El Señor nos ha escogido para que vivamos en una comunidad que anticipa, de alguna manera, lo que será el Reino de Dios.

 

La comunidad monástica debe ser vista como un don de Dios, y como un misterio, porque hay una realidad más profunda que aquella que capta la razón humana, que aquella que captan nuestros sentidos.

 

El monasterio es la escuela del servicio divino. Es la escuela donde se aprende a amar, amar a Dios y amar a los hermanos. Y este amor debe extenderse a toda la Humanidad, y por ello, como dijo Pablo VI, debemos llevar la pasión del mundo entero en nuestro corazón.

En el artículo 5 de nuestras Constituciones o Regla de vida se sintetiza muy bien lo que es nuestra vida jerónima:

“Nuestra vida es Cristo y nuestro fin: conocer, amar y seguir a Cristo, es más “ser lo que es Cristo” y en El, con El y por El, unirnos a Dios, Uno y Trino, glorificándole y santificándonos, “en cuerpo y espíritu”, mediante una vida común y claustral, de oración, trabajo y alegre sacrificio, fundada:

 

en el estudio amoroso de la Santas Escrituras,

en la participación diaria y gozosa en la Sagrada Liturgia,

en el cultivo del indispensable ambiente de soledad y silencio,y expresada:

 

en la irradiación de la caridad,

en la práctica de la hospitalidad,

en el ejercicio perseverante de las virtudes y consejos evangélicos que forman el santo propósito de la vida jerónima, según la doctrina y ejemplos de sus santos padres: Jerónimo y Paula.

La campana para levantarnos toca a las 5,50 h. Empezamos el día a las 6,30 h. con la alabanza divina. El Oficio de lectura y Laudes, es nuestro primer encuentro con el Señor. El Oficio divino, en cuanto oración pública de la Iglesia, es, además, fuente de piedad y alimento de la oración personal, por eso se nos exhorta a todos los que participamos en dicho Oficio, que al rezarlo, nuestra mente concuerde con nuestra voz. La Liturgia de las Horas está distribuida a lo largo del día para santificación del tiempo. La Liturgia de las Horas es alabanza e intercesión.

 

Sigue la oración personal, que es o debe ser el ambiente habitual de la vida jerónima. Con nuestra vida de oración no solo litúrgica, sino a nivel personal también cooperamos a la identificación y al incremento del Cuerpo Místico de Cristo. Esta oración personal de intercesión es parte de nuestra vocación. Intercesión en el sentido de orar a favor de los demás.

La oración nos aumenta la fe, la esperanza y nos mueve a vivir la caridad. La oración personal nos abre a la dinámica del Reino y nos hace progresar en la vida espiritual.

 

A las 8,00 h. tenemos la Eucaristía. La Eucaristía es la presencia del Misterio Pascual. El centro de nuestra vida espiritual es la vida litúrgica y en la jornada diaria, el centro de nuestra vida espiritual es la Eucaristía.

 

La Eucaristía debe ser realmente el momento fuerte, el momento central, el momento nuclear de la jornada, a partir del cual, tomen sentido el resto de las actividades de la liturgia, de la oración personal, comunitaria y de las demás actividades de la vida de nuestro monasterio.

 

Después de la Eucaristía tenemos Tercia, que es una de las Horas menores.

Sigue el desayuno sobre las 9,00 h.

 

Y a las 9,30 h. se toca la campana para acudir al trabajo. Cada monja tiene asignada una Oficina. Por ejemplo, una Oficina es el Obrador, donde se elaboran las mermeladas, otra Oficina es la Enfermería, otra la Ropería, etc.

 

MERMELADAS ARTESANALES

 

Nuestro trabajo tiene una doble dimensión: por una parte colaboradores de la creación de Dios y por otra parte participar de esa dimensión de penitencia que tiene como consecuencia del pecado. Esta dimensión de penitencia debemos vivirla con solidaridad, pensando que hay mucha gente que se cansa mucho más que nosotras.

 

El lema de nuestro Obrador, siguiendo la ley del monaquismo antiguo es Ora et Labora, quien se consagra a la vida jerónima acepta también plenamente la ley del trabajo.

 

El trabajo implica la inteligencia y la voluntad que son dos facultades características del ser humano. La inteligencia para hacerlo bien y la voluntad para no librarnos de él.

 

El trabajo debe contribuir a nuestra santificación, santificación entendida como identificación con Cristo. Para que sea realmente santificación hace falta que lo vivamos como un deber, como una obediencia a la voluntad de Dios.

A las 13,30 h. volvemos al Coro para cantar Sexta, otra de las Horas menores.

Después de Sexta tenemos la comida. La comida la hacemos en silencio y una de las hermanas, la que le toca por turno, lee algún texto o algún libro sobre vida monástica o algún otro tema referente a nuestra vida.

 

Hay algunos días en los que se puede hablar comiendo, como es la semana de Pascua de Navidad y en la Pascua de la Resurrección, y también en algunas solemnidades o cuando lo crea conveniente la Madre Priora.

 

A continuación es tiempo de silencio y de descanso hasta las 16,15 h. que suena la campana para el rezo de Nona, otra de las Horas menores. Seguido del rezo del Rosario.

 

El silencio es el clima indispensable para nuestra vida. El silencio es necesario para tener paz interior, para ser más capaces de acoger la Palabra y para ser más capaces de la acogida del otro. Nuestro silencio también es identificación con Cristo.

 

Terminado el Rosario empieza el recreo a las 17,15 h. hasta las 18,15 h. Comienza con una lectura, que suele leer la Madre Priora y que dura un cuarto de hora, después sigue la recreación. Es un rato de comunicación espontánea, en donde hablamos un poco de todo, nos reímos, etc. Rato de distensión y de encuentro con las hermanas.

De 18,15 a 19,00 h. es la hora de la Lectio divina, uno de los pilares de nuestra vida de oración, junto a la liturgia y junto a la oración personal.

 

San Jerónimo nos dice que “la ignorancia de las Sagradas Escrituras es ignorancia de Cristo”, donde “nos dan a conocer todos los misterios de Dios” donde “nos hacen entrar en los pensamientos eternos”. Por lo tanto la Escritura debe llevarnos a profundizar el misterio de Cristo y por consiguiente debe llevarnos a cambiar nuestra vida.

 

La Lectio debería ser una lectura para dejarnos impactar por la Palabra. Si nos ponemos cada día ante la Palabra de Dios, aunque nuestro corazón sea duro, la Palabra de Dios lo va penetrando directamente. Implica pues, sentirse implicado con el Autor del texto, que es Dios.

A las 19,00 h. tenemos las Vísperas. Laudes y Vísperas son las dos Horas importantes de la Liturgia. Con la asistencia al Coro se debe ir transformando poco a poco nuestro corazón, adentrándonos en los sentimientos de Cristo. Además debe ir creando un nexo de unión con las hermanas o hermanos de comunidad que rezan el Oficio divino y no solamente con ellos sino con los que en otras partes del mundo o en otras partes de la Iglesia rezan la misma alabanza de las Horas.

 

Después de las Vísperas sigue otro rato de oración personal, hasta las 20,30 h. en que tenemos la cena. Igualmente que en la comida se hace en silencio y se lee el comentario de la Eucaristía del día siguiente.

 

Cuando se termina de recoger en la cocina y terminan las enfermeras se toca la campana para acudir a Completas que es el último rezo del día. Las Completas empiezan reconociéndonos pecadoras y pidiendo perdón, es decir, haciendo un examen de conciencia. También damos gracias por los dones recibidos durante el día.

 

Una vez concluidas las Completas hay “silencio mayor” hasta el día siguiente después de Laudes. Es tiempo para descansar o para rezar y no para otras cosas.

 

Como se puede ver el horario monástico está muy estructurado, no se puede perder el tiempo. Los sábados no hay recreo, por tanto desde que termina el Rosario hasta que empiezan las Vísperas, hay un tiempo para que cada una aproveche como quiera.

 

A pesar de ese horario estructurado es fácil acomodarse y desentenderse, de hacer un poco “mi vida”. Esto dependerá de la responsabilidad de cada una y de la fidelidad al compromiso contraído. Dependerá de nuestro amor: a mayor amor, mayor entrega.

El monasterio es la escuela de la que nunca saldremos hasta el día de nuestra muerte. Es la escuela donde estaremos toda la vida aprendiendo.