03 Ene El Niño Jesús Milagroso del convento del Espíritu Santo
En el convento del Espíritu Santo de Sevilla, muy próximo a nuestro monasterio de Santa Paula, sigue latente una devoción secular que, aunque no es conocida por la mayoría de sevillanos, se mantiene firme y sin peligro de extinción, a pesar de la actual gentrificación que está sufriendo nuestra ciudad en su casco histórico u otros motivos como la paulatina pérdida de personas creyentes o el hermetismo propio de los conventos de clausura. Cada primer domingo de mes por la mañana, en un intervalo de dos horas y media, este convento abre las puertas de su iglesia para que se pueda venerar al Niño Jesús Milagroso, colocado tras la reja del coro bajo, desde donde recibe las oraciones, súplicas y muestras de amor de todas las personas que acuden a Él. También es posible verlo expuesto en la iglesia dos días al año: el día del Dulce Nombre de Jesús (cada 3 de enero) y el domingo de Pentecostés, fiesta principal de la orden del Espíritu Santo. Era digno de ver cómo antes de la pandemia, en esos primeros domingos de mes cuando se celebraba una misa a las nueve y media de la mañana, la iglesia se llenaba de fieles, a pesar del tiempo, la hora y el día, y todo el alféizar de la reja se atestaba de velas que expresaban la fe y confianza puesta en esta imagen sagrada, a la que el pueblo siempre le ha dado un carácter taumatúrgico.
El Niño Jesús Milagroso es una imagen anónima, realizada en madera en las primeras décadas del siglo XVII, y responde a la iconografía del Divino Infante, donde se nos presenta a Cristo en su niñez, bendiciendo al mundo como Salvador y Redentor del género humano. Esta devoción está muy arraigada en todo el orbe católico, y en Sevilla hay varios ejemplos que han trascendido en el fervor popular. En la parroquia de la Magdalena, se venera una imagen realizada por Jerónimo Hernández en el siglo XVI, cuya advocación es la del Dulce Nombre de Jesús. Gozó en siglos pasados de una devoción especial en la ciudad, siendo demandada su presencia en actos realizados por otras hermandades como la de la Concepción de Regina o la Sacramental de San Pedro “por ser la imagen de Nuestro Divino Niño, joya tan preciosa, hechura singular y reliquia de tanta devoción en el pueblo”, según explica Bermejo en su libro “Glorias Religiosas de Sevilla”. La cofradía que le rendía culto, actualmente fusionada con la de la Quinta Angustia, realizaba procesión de penitencia el Jueves Santo, en la que el Niño se vestía “de Pasión”, con la cruz a cuestas y corona de espinas, a diferencia del resto del año, que portaba un lábaro, tal y como se puede ver hoy en día. Esta imagen sirvió de referencia para la siguiente que vamos a comentar, que pertenece a la hermandad del Sagrario de la Catedral. El Niño Jesús del Sagrario es una escultura realizada por Juan Martínez Montañés en 1606, la cual sale en la procesión general del Corpus Christi bajo un templete de plata. Aunque en un principio esta imagen se concibe para portar una cruz del mismo modo que lo hacía el del Dulce Nombre, veinte años más tarde de la ejecución se modificó la posición de los brazos en el modo en que lo vemos hoy. Tradicionalmente se ha dicho que este Niño marcó el modelo de referencia de los Divinos Infantes realizados en la escuela sevillana de escultura hasta la actualidad, pero es cierto que, posiblemente, fuese su discípulo Juan de Mesa quien creara una nueva versión de éste último, que fuera la copiada hasta la saciedad, sobre todo en esos Niños realizados en plomo tan comunes en nuestra ciudad, con unos cánones estilísticos ligeramente distintos a los de Montañés, y donde debemos ubicar la ejecución del Niño Jesús Milagroso del Espíritu Santo.
La devoción del Divino Infante, aparte de venerarse públicamente en iglesias y hermandades, también tiene un carácter muy conventual. Es en las clausuras donde existe una mayor concentración de Niños Jesús, ya que éstos se localizan en las celdas u otras estancias importantes de los cenobios. En parte, se ha relacionado esta devoción con la afectividad femenina de las monjas y sus instintos maternales, aunque también se piensa que podían servir para pagar la dote de una postulante, o como “Niño esposito” para las ceremonias de votos perpetuos, en las que las monjas asumían el matrimonio místico con Cristo mediante una imagen del Niño Jesús.
Es en este contexto conventual donde hay que situar al Niño Jesús Milagroso del Espíritu Santo. Cuenta la tradición que hace varios siglos, sin saber una fecha exacta, una persona dejó en el torno del convento una caja cerrada diciendo: “Tomen esto y ténganlo mientras no se les pida”. La tornera, extrañada, la recogió y la dejó en un rincón del convento sin abrir. Pasaron los días y nadie venía a reclamarla, por lo que las monjas, tras haber madurado qué acción tomar, decidieron abrirla, y en ella encontraron la hermosa imagen del Divino Infante. Este Niño prontamente pasó a llamarse el Niño Esposo, vistiéndolo en un primer momento con el hábito clerical de Comendador de la Orden de Sancti Spiritus, y poco a poco comenzó a obrar milagros en las monjas del convento. Una de ellas, la madre sor Juana de la Cruz escuchó cómo el Niño le dijo que quería que le pusiesen en la mano una campanilla con el monograma del nombre de Jesús; una Cruz; una rosa y otros emblemas, diciendo: “Porque yo quiero que vean por este signo exterior cómo interiormente llamo a las almas”. Dice la tradición que la campana, que siempre porta en su mano derecha, suena cada vez que realiza un milagro. También existe la leyenda de que el Niño tiene las suelas de los zapatos desgastadas porque de noche sale de su hornacina en la cabecera del coro bajo para jugar y recorrer las estancias del convento, teniendo que cambiárselos las monjas. Su devoción y fama poco a poco se fue extendiendo por Sevilla y los pueblos vecinos, desde Pilas hasta Sanlúcar de Barrameda. Hay que tener en cuenta que el convento del Espíritu Santo tuvo hasta mediados de los años 90 un colegio de niñas, así como una residencia de chicas estudiantes, que pueden haber contribuido a la expansión de su devoción, y que a día de hoy todavía tanta gente lo visite en los primeros domingos de mes.
En definitiva, es una imagen que está envuelta en un halo de misterio y divinidad indiscutible, a la que cualquier persona que acude a sus plantas por primera vez, engancha. Gran cantidad de fieles acudirán el próximo día 3 de enero a venerarlo en la intimidad de su iglesia, y desde esta página queremos invitar a todos los lectores a que se sumen a esta cita tan tradicional con una de las devociones más entrañables e importantes a la par que desconocidas de la ciudad de Sevilla.
Antonio Flores Holgado