SANTA ÁNGELA DE LA CRUZ Y SANTA PAULA

SANTA ÁNGELA DE LA CRUZ Y SANTA PAULA

Virginia López

Licenciada en Historia

Sor Ángela, como la llamamos cariñosamente, fue vecina de Santa Paula y su relación con el convento – donde no podría haber profesado tras su inadmisión en Las Teresas– marca especialmente su vida religiosa.

Su niñez la pasó en la vecina collación de Santa Lucía, en cuya parroquia –hoy desacralizada– recibió las aguas bautismales; su madre componía todos los altares, ella rezaba a la Virgen de la Salud –que se pudo llevar al convento reposando a sus pies– y allí se quedaba horas y horas. Cuando alguien reparaba en su ausencia, sabía que se encontraba allí.

Cuando estaba preparando la fundación de la Compañía de las Hermanas de la Cruz, tuvo una visión de la Virgen. No se sabe el día, pues lo dejó anotado en la primavera de 1875. Se trataba de la Virgen del Buen Consejo, a la que tanto rezó en el Oratorio de los Filipenses, situado en la actual calle San Felipe, frente al colegio de la Compañía, cuya imagen, de Pedro Roldán, se encuentra en la Parroquia de la O.

La visión de la Virgen -no se trata de una aparición mariana pues la Virgen no le habló- le confortó, pues concebía todo el Convento como un Calvario y toda la riqueza y toda Gloria quedaría reservada para la Capilla, a modo franciscano. La belleza y dulzura de la Virgen María confortarían cualquier penuria y desaliento de las Hermanas.
El 20 de diciembre de 2020 se colocó, en la fachada de la Iglesia de San Román que da a la calle Enladrillada, un retablo cerámico recordando tal acontecimiento espiritual, de vital importancia, pero muy desconocido para los propios sevillanos. Es obra del ceramista Rafael Muñoz Pérez y el pintor Ricardo Gil.
En la calle San Luis se establecen las primeras cuatro Hermanas de la Cruz con Ángela de la Cruz al frente, sobrenombre que solicitó al Padre Torres Padilla –del que deseamos ver pronto completado su proceso de beatificación–  tras su segunda experiencia religiosa fallida con las Hijas de la Caridad.
Ángela Guerrero, de seglar, frecuentaba el Convento de Santa Inés, pues allí le confesaba el Padre Torres Padilla mientras atendía a las clarisas.

Pero fue en Santa Paula donde empezó su vida religiosa. A las claras del alba del lunes 2 de agosto de 1875 –festividad franciscana de la Porciúncula– las cuatro muchachas confesaron y comulgaron en la Iglesia de Santa Paula.

Acuarela de Richard Ford, hacia 1830, del compás de la iglesia de Santa Paula

Pasaron todo el día socorriendo a los pobres y enfermos y al regresar a la casita alquilada en San Luis, no teniendo nada que comer, extendieron las esteras en el cuartito, adoraron al Santísimo y se durmieron reconfortadas.

Propongo colocar en el compás de Santa Paula un retablo cerámico recordando ese importante hecho, que marcó especialmente su vida religiosa.