LA CORONA DE ADVIENTO

LA CORONA DE ADVIENTO

Pedro Manuel Fernández Muñoz

Dinamizador turístico e investigador histórico

El nombre de Adviento procede del latín adventus (llegada), referido a la venida de Nuestro Señor Jesucristo a la Tierra; es un tiempo para los cristianos de preparación (al menos así debiera ser teóricamente, más allá del consumismo y de los Black Friday), pues la noticia de la venida de Cristo a los hombres de Fe debería servirles como motor para transformar la Humanidad en una realidad nueva. De este tiempo de espera, la Corona de Adviento es quizás uno de sus recursos plásticos más visibles.

La Corona de Adviento forma parte de esas tradiciones precristianas que el cristianismo fue sabiamente adaptando y llenándolas de significado para uso litúrgico. El artilugio en sí mismo es una alegoría del paso del tiempo, del cambio cíclico de las estaciones y del triunfo de la Luz sobre las tinieblas.

Partiendo para ello del simbolismo buscado para festejar el Nacimiento de Cristo, asociándolo a las fechas del solsticio de invierno, momento en que los días comienzan a crecer (y no en primavera, que sería la época real en la que debió nacer Jesucristo si atendemos al relato evangélico de la Anunciación a los pastores), y sustituyendo con esta vinculación de simbología astral a otras festividades precristianas como las saturnales romanas.

Parroquia de Santa María Magdalena, Sevilla, 2021

El círculo se asocia a lo divino, pues el círculo, como el propio Dios, no tiene principio ni fin, es, por tanto, un símbolo de eternidad. La cinta roja que une las ramas representa el amor de Dios manifestado en Cristo.

El verdor perenne de las ramas de pino o abeto que la componen nos remiten a la vida, y la luz a la renovación del ciclo solar, al nacimiento de la luz en estos días próximos al solsticio de invierno en los que se conmemoraba en el paganismo el nacimiento del Sol Invicto.

Por su parte, los colores de las velas ahondan en los significados de estos días de preparación para celebrar la venida de Cristo. Aunque esto varía, vamos a presentar una de las recensiones. Así, el morado nos habla de penitencia sanadora, de arrepentimiento y ganas de mejorar como personas poniendo en práctica el Amor, porque es el nacimiento del Amor que nos salva lo que celebramos en la Navidad; el morado hace referencia al espíritu de vigilia del tiempo de Adviento el “estad preparados”.

El verde se refiere a la Esperanza, el rosa del Domingo de Gaudete, a la Alegría por la venida de Dios. La roja, por su parte, simboliza el Amor a Cristo y el de Cristo al Mundo. El orden para encender las velas es: primer domingo el morado, segundo domingo el verde, tercer domingo el rojo y cuarto domingo el rosa.

Cada domingo de los cuatro que forman el ciclo litúrgico del Adviento se irá encendiendo una vela, como preparación a la venida del Mesías. El último domingo, víspera del nacimiento del Salvador, la Corona lucirá completamente encendida, asociándose la Luz con Cristo, “Yo soy la Luz del Mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12), y también con los cristianos “Vosotros sois la Luz del Mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte” (Mateo 5:14).

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