La Virgen de la O

La Virgen de la O

Ramón de la Campa Carmona

Academia Andaluza de la Historia

La etapa más intensa del Adviento es la última, como octavario de preparación inmediata a la Navidad[1]. Abarca de los días diecisiete al veinticuatro, considerados ferias mayores[2], periodo llamado en Francia Semana de Preparación[3], en donde el recuerdo litúrgico de María se intensifica, hasta el punto de poder apellidarlas ferias marianas del Adviento[4].

En este marco tenemos que situar el nacimiento de esta advocación mariana. Tiene su origen en las siete Antífonas Mayores o Antífonas O, llamadas así por el comienzo con dicha exclamación, que se cantan en Vísperas al Magníficat del día diecisiete, I Vísperas de esta fiesta, al veintitrés, y que responden a un mismo molde literario y a una misma melodía[5]. Se colocan en la oración de la tarde porque el Salvador nació de noche y con el Magnificat, cántico de María, en honor de la que lo trajo al mundo.

Suponen un llamamiento apremiante de la Iglesia a la venida del Mesías, en el que se funden tres planos litúrgicos: el histórico, con la anámnesis o recuerdo de la primera venida del Verbo en carne mortal; el escatológico, con la esperanza del definitivo establecimiento del Reino de Dios, y el místico, con el deseo de encarnar en la propia vida a Cristo.

Según Amalario de Metz, estas antífonas son de origen romano y del siglo VII, lo cierto es que se encuentran las siete en manuscritos del XI, y algunas de ellas aparecen parafraseadas en el himno Veni, veni Emmanuel, que se puede remontar a la primera década del siglo VIII.

Su número llegó a ascender a diez o doce, hasta que se fijó su número en siete, tal como aparece en el Breviario Romano desde la reforma del Papa Pío V Ghislieri[6], en el Antiphonale Monasticum[7] o en otros ritos occidentales como la liturgia dominicana[8].

En las catedrales y monasterios las entonaban cada día en bellos cantorales un canónigo o monje distinto revestido de pluvial y acompañado de ciriales, incienso y repique de campanas. En las abadías, tras el Abad y del Prior las entonaban por su orden: los monjes jardinero, mayordomo, tesorero, preboste y bibliotecario, por la relación entre estos cargos y los títulos mesiánicos que se expresan en ellas, cantándose de pie.

Todo el aparato litúrgico que las rodeaba y el ambiente festivo preparatorio de estas jornadas las hicieron muy populares también entre los laicos, que acudían a los templos para participar en su canto con el clero, llegándose, incluso, a interpretar de manera responsorial después de cada versículo del cántico evangélico lucano o al principio, antes del gloriapatri y después. Incluso en algunas iglesias se cantaban por la mañana en Laudes al Benedictus. Además, estos días se oficiaba misa solemne de madrugada, a la que no faltaban las embarazadas para solicitar el amparo maternal de la Madre del Verbo.

En cada una de estas antífonas, que acaban con una petición específica y la exhortación suplicante ven, se glosa un epíteto del Mesías extraído del Antiguo Testamento, constituyendo un auténtico compendio de cristológico y un resumen expresivo de la sed de salvación de la humanidad[9]. Puestas en orden inverso, componen el acróstico ero cras, es decir, estaré mañana.

Se aclama a Cristo como Sabiduría emanada de la boca del Altísimo, como Adonai (Señor Poderoso) y Pastor de la Casa de Israel, como Raíz de Jesé, como Llave (Clavis) de David y cetro de la Casa de Israel, como Oriente (Sol), resplandor de la luz eterna y sol de justicia, como Rey de los Pueblos deseado, como Emmanuel (Dios con nosotros), Rey y Legislador nuestro.

Otros breviarios medievales, como ya hemos dicho, añadieron otras, como: Oh Gabriel, embajador de los cielos, reemplazada casi universalmente por la antífona Oh Tomás Dídimo, par la fiesta de dicho apóstol el veintiuno de diciembre. Otras eran: Oh Rey Pacífico; Oh Señora del Mundo; Oh Jerusalén, dirigidas respectivamente al Señor, a la Virgen y a Jerusalén.

El Rito Parisino sumó dos antífonas a las siete del Breviario Romano: O Santo de los Santos y O Pastor de Israel, por lo que, al ser nueve, empezaba su recitación dos días antes: el quince de diciembre.

La fiesta de la Expectación del Parto del día dieciocho añade a las siete antífonas cristológicas una mariana, que se suma a la del día, O Adonai, que hace alusión a la concepción virginal del Verbo: “Oh, Virgen de las Vírgenes, ¿cómo será esto? Porque no se ha visto nada igual antes ni tendrá consecuente. Hijas de Jerusalén, ¿de qué os admiráis? Divino es este misterio que contempláis”[10].

Esta advocación pasa a la iconografía mariana, representándose sobre el vientre grávido de la Madre de Dios una O radiante, y en su interior el Niño Dios. Esto lo encontramos, por ejemplo, en la imagen de la Esperanza, Divina Enfermera de la Iglesia de San Martín de Sevilla, que encabeza esta entrada, o en el óleo inferior de la Catedral de Córdoba. Equivale en la iconografía bizantina a la Virgen del Signo, que cierra este post.

La popularidad de esta advocación la certifica, por ejemplo, la devoción que Cristóbal Colón le profesaba, según se deduce de su Diario: “Y en amaneciendo mandó ataviar la nao y la carabela de armas y banderas para la fiesta que era este día de Santa María de la O, o conmemoración de la Anunciación; tiráronse muchos tiros de bombardas”[11].

Expectación del Parto, Catedral de Córdoba

NOTAS

[1] Introducción al actual Calendario Romano, 21-III-1969, nº 42: “Las ferias del diecisiete al veinticuatro de diciembre, inclusive, tienen la finalidad de preparar más directamente la Navidad”.

[2] D. Solá: Curso práctico de Liturgia, Valladolid 1919, pp. 18-19, nº 38; p. 93, nº 146; G. Martínez de Antoñana: Manual de Liturgia Sagrada, Editorial del Corazón de María, Madrid, pp. 360-361, nº 692. Introducción del actual Calendario Romano, nº 16.b: “Las ferias de Adviento desde el día diecisiete hasta el día veinticuatro de diciembre, inclusive, y todas las ferias de Cuaresma tienen preferencia sobre las memorias obligatorias”.

[3] Croiset, op. cit., t. XII, p. 331; Pallés, op. cit., t. VI, p. 717.

[4] Pablo VI, op. cit., nº 3; AA. VV.: “Adviento”, en: Nuevo Diccionario de Mariología, Ediciones Paulinas, Madrid 1988, p. 53.

[5] Croiset, op. cit., t. XII, p. 335; H. T. Henry: “O Antiphons”, en: The Catholic Encyclopedia, vol. XI, Robert Appleton Company, New York 1911, (http://www.newadvent.org/cathen/11173b.htm; Pallés, op. cit., t. VI, pp. 719 s.; G. Prado: Curso popular de Liturgia, Ediciones FAX, Madrid 1935, pp. 307 s.; A. Azcárate: La flor de la liturgia, Abadía de San Benito, Buenos Aires 1951, pp. 447-450; P. Parsch: El Año Litúrgico, Editorial Herder, Barcelona 1964, p. 439; Vesga Cuevas, op. cit., p. 217; Cf. http://www.mercaba.org/SANTORAL/DICIEMBRE/dic-18-2.htm, p. 2.

[6] Liturgia Horarum juxta ritum Romanum editio typica altera, Editrice Vaticana, Vaticano 1985, t. I, pp. 284 ss.

[7] Antiphonale Monasticum pro diurnis horis juxta vota RR. DD. Abbatum Congregationum Confoederatarum Ordinis Sancti Benedicti a Solesmensibus monachis restitutum, Desclée et socii, Parisiis, Tornaci, Romae 1934, pp. 208-211 (Antiphonae Majores ad Magnificat).

[8] Breviarium juxta ritum Ordinis Praedicatorum apostolica auctoritate aprobatum Reverendissimi Patris Fr. Michaelis Browne ejusdem Oedinis Magistri Generalis jussu editum. Pars Prior, As S. Sabinae, Romae 1962, pp. 32 s. (VII Antiphonae ad Magnificat die XVII Decembris inchoandae).

[9] J. Aldazábal: Enséñame tus caminos. 1. Adviento y Navidad día tras día, Barcelona 1995, pp. 70 s.

[10] Officia propria Archidioecesis Hispalensis ex concessione apostolica. Pars Hiemalis, Rafael Casulleras, Barcinone 1942, p. 35.

[11]J. F. Guillén: El Primer Viaje de Colón, Madrid 1943, p. 109; F. Mª Robles Dann & E. Mª Fernández Figares, op. cit., p. 858.