22 Nov El origen de los naranjos en Sevilla
Los naranjos en Sevilla son una de las señas de identidad de la ciudad. Cualquiera que haya paseado por sus calles ha podido notar la cantidad que hay. Probablemente, el más típico es el denonimado citrus aurantium, que es el nombre que recibe el naranjo amargo. Está presente desde hace siglos en la ciudad. Gracias a esta especie y a su azahar, Sevilla desprende su característico aroma, especialmente en primavera.
Contenidos
Los orígenes asiáticos de los naranjos sevillanos
Son muchas las teorías que circulan sobre la llegada de los naranjos a Sevilla. El cidro debió de ser la primera especie que llegó a la ciudad desde oriente. Con él también vino ese olor característico a azahar. Hay noticias de su conocimiento desde el siglo VII, cuando San Isidoro de Sevilla ya hace referencia a la especie. Su introducción se produjo, seguramente, en época romana, llegando desde la India a través de Persia.
Sin embargo, fueron los árabes quienes extendieron el cultivo de esta planta. El olor que desprendía servía para aromatizar y, al mismo tiempo, para crear perfumes. Los primeros naranjos de Sevilla jugaron un papel ornamental en el período andalusí. Es probable que el naranjo amargo llegara a la ciudad desde la India, en concreto desde la región de Sind. Pero no vendría solo, sino que también llegaron por la misma ruta el limonero y la lima.
Hay quien apunta a los marinos genoveses como los verdaderos introductores de esta especie en nuestra ciudad. Lo más probable es que ellos introdujeran la variedad de naranjo dulce en Europa durante el siglo XV. De nuevo, las rutas de comercio con Asia fueron los canales utilizados. Pero también jugaron un papel importante los portugueses en la llegada de esta especie a nuestra tierra.
No se puede olvidar la leyenda de Hércules. En la mitología se le tiene como el fundador de Sevilla. Antes de enfrentarse a su última misión, Hércules cruzó a África y tomó lo que se conocía como manzana de oro, la naranja. Posteriormente, descansaría en Sevilla.
La utilidad de las naranjas en Sevilla
Desde su llegada a la ciudad, las naranjas han permitido crear una imagen especial. Además del conocido olor a azahar, también aportan un aspecto típico a Sevilla. Las características de esta planta han permitido su fácil adaptación a una ciudad que la ha acogido y la ha convertido en seña de identidad. El naranjo gasta poca agua y da mucha sombra. Es perfecto para crear un ambiente agradable, especialmente cuando las temperaturas son tan elevadas.
La exposición de Iberoamericana de 1929 sirvió para dar un impulso importante al uso del naranjo en Sevilla. Desde entonces aumentó el uso de esta variedad como árbol ornamental de la ciudad, saliendo de las zonas privadas a las calles. Algo que también se repitió en la década de 1960, con el desarrollo urbano.
Pero las naranjas de Sevilla son mucho más que un elemento ornamental. Hoy en día esta planta es utilizada para la elaboración de aceite esencial. Mención aparte merece la mermelada de naranja amarga. Es una de las variedades más apreciadas de Europa y en Santa Paula la elaboramos con los frutos de los naranjos del propio monasterio.
En realidad, el uso de los cítricos para este tipo de productos se remonta al siglo XVIII. Los ingleses descubrieron que con ellos podrían evitar el desarrollo del escorbuto en las travesías en barco. Inglaterra es, probablemente, el principal importador de este tipo de mermelada.
Gracias a las naranjas también se pueden elaborar bebidas de sobra conocidas, como el vino de naranja, el agua de azahar o el neroli.
Además, las naranjas sevillanas también sirven para la alimentación de ganado caprino, la creación de compost o, incluso, generar electricidad.
Desde la llegada de los naranjos a Sevilla, su uso no ha parado de crecer a lo largo de los siglos. Pero el citurs aurantium siempre se ha mantenido como un elemento que aporta belleza y un aroma propio a la ciudad. Perderse por las calles del centro histórico es una experiencia diferente gracias al aroma embriagador de los naranjos sevillanos.