01 Ene 1 de enero, SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS
Ramón de la Campa Carmona
Academia Andaluza de la Historia
La primitiva memoria litúrgica de Santa María giraba en torno a su maternidad divina, juntamente con su perpetua virginidad, por lo que había que incluirla entre las fiestas dogmático-teológicas, y en la Iglesia de Roma, antes de la introducción de las cuatro primitivas fiesta marianas orientales (Natividad, Anunciación, Purificación y Asunción), se celebraba el uno de enero, Octava de la Navidad [1], a mediados del siglo VI, como Natale sanctae Mariae.
Posteriormente pasó a centrarse esta jornada en la Circuncisión del Señor, por influencia galicana, en la segunda mitad del siglo VII, lo que justifica la estación en Sancta Maria ad Martyres (Panteón), una iglesia consagrada a María y a los mártires en el día en que se recuerda la primera sangre redentora derramada por el Salvador, referida en el Sacramentario Gregoriano, sin eliminar el tinte mariano de los textos pese al cambio de conmemoración, rastreable ya en el Gelasiano.
Después la iglesia estacional romana pasó a ser Santa Maria in Trastevere, uno de los tres templos, junto a Santa Maria Antiqua y a Santa María la Mayor que se disputan el primado de su dedicación a la Virgen María. Allí se venera el famoso icono de la Madonna de la Clemenza, que abre este post.
No podía ser de otra manera: como reacción ante las grandes herejías cristológicas, que ponían en tela de juicio la maternidad divina, se fue desarrollando, a la par que la teología sobre María, la Virgen Madre, una eucología propia derivada de ella.
En Occidente, con posterioridad, se empezó a celebrar, por lo menos, a partir del siglo XI, una fiesta particular de la maternidad divina y se extendió en los siglos XIII-XIV. El veintiuno de enero de 1751 Benedicto XIV Lambertini la concedió a Portugal, fijándola en el primer domingo de mayo y componiéndole Oficio y Misa. A partir de aquí se extendió a otros lugares, como Nápoles, Perugia, Toscana, Inglaterra… y a institutos religiosos.
En 1914, en la reforma litúrgica de San Pío X Sarto, empezó a celebrarse el once de octubre en vez de el segundo domingo de dicho mes. En 1932 fue extendida para toda la Iglesia Latina para esa fecha esta fiesta de la Maternidad de María por Pío XI Ratti, en conmemoración del XV centenario del Concilio de Éfeso (año 431), en que se definió como dogma dicha verdad teológica.
En la reforma del calendario de 1969 se reubicó en la Octava de Navidad, rescatando esa fiesta mariana de la primitiva liturgia romana. No podemos olvidar, como nos recuerda el Papa Pablo VI Montini en su Marialis Cultus nº 5, que “el tiempo de Navidad constituye una prolongada memoria de la maternidad divina, virginal, salvífica de aquélla cuya virginidad intacta dio a este mundo un Salvador […]”.
NOTAS
[1] En un estadio anterior, antes de establecerse una memoria litúrgica dedicada a la Virgen, se cargó de un indudable tinte mariano el IV Domingo de Adviento, como podemos deducir de los textos eucológicos y de la Carta 61 de San León I Magno (+361) [Patrologia Latina t. 54, col. 697], así como Cuatro Sermones de la Anunciación de San Pedro Crisólogo (+ca. 450) para este domingo [Patrologia Latina 52]. En la liturgia ambrosiana se llama a esta jornada Domingo VI de Adviento o de Santa María.